En la fiesta de pijamas que celebró tu mejor amigo el pasado fin de semana, todo el mundo se puso las botas con la pizza de queso y el helado. Luego os acomodasteis en vuestros sacos de dormir preparados para disfrutar de toda una noche de DVD. Te lo estabas pasando en grande, pero una hora después de cenar te empezaste a encontrar muy mal. Primero te notaste muy lleno, demasiado lleno, y luego te empezó a doler el estómago, empezaste a tener gases y se te escaparon algunos, ¡uf! ¡Poco después tuviste que ir corriendo al lavabo porque ya no podías más! ¡Oh, no! Nunca te habías encontrado tan mal después de comer y no había nadie que se encontrará así. Entonces ¿por qué se te rebeló el estómago aquella noche? Es posible que hayas desarrollado una intolerancia a lactosa. ¿Qué es la intolerancia a la lactosa? La gente con intolerancia a la lactosa tiene problemas para digerir la lactosa, un tipo de azúcar que se encuentra en la leche y los derivados de la leche (o lácteos). El hecho de ser intolerante a la lactosa no implica ser alérgico a la leche, pero sí encontrarse mal después de beber leche o de comer queso, helados o cualquier otro alimento que contenga lactosa. Como ocurre con cualquier azúcar que ingieras, tu cuerpo necesita digerir la lactosa para poderla utilizar como combustible. El intestino delgado suele fabricar una sustancia especial denominada lactasa, una enzima que descompone la lactosa en dos azúcares más simples denominados glucosa y galactosa. Estos azúcares son más fáciles de absorber y de transformar en energía por parte del organismo que la lactosa. La gente con intolerancia a la lactosa no fabrica suficiente lactasa en el intestino delgado. Sin esta enzima, el cuerpo no puede digerir adecuadamente los alimentos que contienen lactosa. Esto implica que, si ingieres lácteos, la lactosa de estos alimentos se depositará en tu intestino, donde se formarán gases, tendrás retortijones, sensación de plenitud y diarrea (heces blandas y sueltas). Hay mucha gente que padece intolerancia a la lactosa, pero el hecho de padecerla no ha de implicar tener que encontrarse mal. Si tienes intolerancia a la lactosa, puedes aprender a estar pendiente de lo que ingieres y tu médico es posible que te recomiende un medicamento que te ayudará a digerir los lácteos. ¿Quién la desarrolla y por qué? Entre 30 y 50 millones de estadounidenses padecen intolerancia a la lactosa. Esto significa que un mínimo de uno de cada 10 estadounidenses padece está afección. Muchos casos de intolerancia a la lactosa son de origen genético. Esto significa que hay algo que llevan los genes de la persona que la hacen más proclive a desarrollar esta afección. La intolerancia a la lactosa es más frecuente en algunos grupos étnicos que en otros: en torno al 90% o más de los estadounidenses de origen asiático y de los amerindios son intolerantes a la lactosa, y hasta el 80% de los estadounidenses de origen africano o hispano también lo son. Si perteneces a alguno de estos grupos étnicos, eres especialmente proclive a desarrollar una intolerancia a la lactosa durante la infancia o la adolescencia. La gente puede desarrollar intolerancia a la lactosa por otros motivos. Algunas enfermedades del sistema digestivo pueden impedir que el intestino fabrique suficiente lactasa. Por ejemplo, las personas afectadas por una enfermedad inflamatoria intestinal (EII), como la enfermedad de Crohn, u otros problemas crónicos que repercuten sobre el intestino, suelen ser intolerantes a la lactosa. La gente también puede desarrollar intolerancia a la lactosa si se está medicando con determinados medicamentos o si acaba de padecer una infección con diarrea. Afortunadamente, este tipo de intolerancia a la lactosa no suele ser de larga duración. Aunque ahora no tengas ningún problema para digerir la lactosa, existe la posibilidad de que los tengas en el futuro. ¿Por qué? Porque el organismo de cualquier persona empieza a fabricar menos lactasa aproximadamente a partir de los 2 años. Cuando mayor seas, más probabilidades tendrás de tener problemas para digerir los lácteos. ¿Eres intolerante a la lactosa? Si tienes intolerancia a la lactosa, lo más probable es que tu cuerpo empiece a presentar síntomas durante las dos horas siguientes a la ingesta de alimentos que contengan lactosa. No todo el mundo reacciona del mismo modo, ni al cabo de la misma cantidad de tiempo, ya que cada paciente puede asimilar una cantidad diferente de lactosa. De todos modos, cuando tu organismo empiece a intentar digerir dichos alimentos, empezarás a encontrarte mal. Si solo has experimentado molestias estomacales tras beberte un vaso de leche en una ocasión, eso no significa que tengas intolerancia a la lactosa. Pero si se te altera el estómago cada vez que te tomas un batido de leche, un helado o un trozo de pizza de queso, hay muchas probabilidades de que la padezcas. La intolerancia a la lactosa se puede iniciar súbitamente, incluso aunque nunca hayas tenido ningún problema con los lácteos u otros alimentos que contengan lactosa. ¿Qué hacen los médicos? Si tú y tus padres creéis que podrías tener intolerancia a la lactosa, el siguiente paso debería ser ir al médico. Después de hablar sobre tus síntomas y de hacerte un exámen físico, es posible que el médico te pida que dejes de ingerir lácteos durante un tiempo. Si tus síntomas mejoran tras dejar de ingerir lácteos pero vuelven a aparecer cuando los vuelves a ingerir, habrá muchas probabilidades de que seas intolerante a la lactosa. Es posible que el médico te haga la prueba del aliento para saber si presentas signos de intolerancia a la lactosa. ¡No te vayas a creer que te olerá el aliento para saber si te huele mal! Lo que hará será analizar el aire de tu respiración para medir la cantidad de hidrógeno, un gas incoloro, inodoro e insípido, que contiene. Cuando una persona no puede digerir el azúcar lactosa, las bacterias que viven en el intestino delgado utilizan esta sustancia para fabricar hidrógeno. Para evaluar la cantidad de hidrógeno que contiene tu aliento, el médico te pedirá que bebas algo que contiene lactosa y luego te pedirá que soples dentro de una bolsa o tubito cada 15 minutos a fin de medir la cantidad de hidrógeno que contiene tu aliento. Si te diagnostican una intolerancia a la lactosa, tu médico te indicará las mejores formas de tratarla y te ayudará a encontrarte mejor. Tú desempeñarás un papel importante en cómo te encuentres porque estar pendiente que lo que comes es algo que depende básicamente de ti. Tal vez te interese hacer un listado de los alimentos que te hacen encontrarte mal para que los evites de cara al futuro. Consultar a un dietista, una persona especializada en los alimentos y la nutrición, te puede ayudar a saber qué es lo que puedes y lo que no puedes comer. Es posible que el médico te indique que tomes un tipo de medicamento siempre que ingieras lácteos u otros alimentos que contengan lactosa. Este medicamento, que contiene lactasa, se vende en forma de gotas o de comprimidos y se puede adquirir en farmacias y supermercados. Si te lo tomas justo antes de ingerir los alimentos problemáticos, lo más probable es que ayude a tu organismo a digerir la lactosa. Vivir con intolerancia a la lactosa Hay personas con intolerancia a la lactosa que deben evitar todos los alimentos que contengan lactosa, pero hay otras que pueden ingerir algunos lácteos. Muchos de los afectados pueden beber leche sin lactosa y con calcio añadido. Pregunta a tu médico si esta podría ser una buena opción para ti. Si hace poco que has desarrollado intolerancia a la lactosa, empieza averiguando qué es lo que te sienta mejor. De nuevo, un nutricionista te puede ayudar a planificar comidas saludables que contengan cantidades muy reducidas o nulas de lactosa. Cuando tomes lácteos, limítate a aquellos alimentos que contengan una cantidad reducida de lactosa, como los quesos viejos y curados, como el Cheddar. El yogur, que contiene cultivos bacterianos vivos es más fácil de digerir porque contiene bacterias sanas que fabrican la enzima lactasa. Aunque seas intolerante a la lactosa, es posible que puedas ingerir cantidades reducidas de tus productos lácteos preferidos. También te puede ayudar el hecho de ingerir alimentos que no contengan lactosa junto con otros que sí la contengan, ¡o sea que toma una pieza de fruta junto con tu panecillo de queso cremoso! Si tienes intolerancia a la lactosa, asegúrate de tomar suficiente calcio procedente a alimentos como el tofu, las verduras de hoja verde (las espinacas son una buena elección), leche que no contenga lactosa y zumos o leche de soja enriquecidos con calcio. El truco está en seguir una dieta equilibrada y saludable, que incluya muchos tipos distintos de alimentos. Si parece ser que no ingieres una cantidad suficiente de calcio en tu dieta, es posible que tu médico te recomiende tomar un suplemento de calcio. También necesitarás ingerir una cantidad adecuada de vitamina D a través de la dieta, puesto que esta vitamina ayuda al organismo a utilizar el calcio. Es posible que también debas tomar un suplemento de la enzima lactasa. Si lo tomas poco antes de ingerir alimentos que contengan lácteos, ayudarás a tu organismo a digerir la lactosa sin tener dolor estomacal, retortijones, sensación de plenitud, gases o diarrea al poco tiempo. Si estás intentando dejar de ingerir lactosa por completo, no solo tendrás que abandonar la leche. Recuerda leer siempre las etiquetas de los productos alimenticios, ya que hay muchos alimentos envasados que contienen lactosa añadida sin que lo parezcan. Fíjate, por ejemplo, en ingredientes como: mantequilla, queso, crema de leche, nata, leche deshidratada, leche en polvo, leche granulada, sólidos lácteos y suero. Si no estás seguro sobre alguno de los ingredientes de un alimento, pregúntaselo a un adulto antes de hincarle el diente. Por lo tanto, ¡podrás seguir disfrutando de tus tentempiés y comidas siempre que elijas tus comidas y bebidas con sentido común para que te encuentres bien tanto antes como después de comer! 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