¿Has jugado alguna vez al teléfono roto o al “juego de las mentiras”? Un grupo de personas se sienta formando un círculo y una persona susurra algo al oído al compañero que tiene a la derecha. Luego, este último susurra al oído de la persona que tienen a la derecha lo que le ha susurrado el compañero de su izquierda hasta llegar al final del círculo, momento en que la última persona dice en voz alta lo que le han susurrado al oído. Lo que empezó como “Me encantan los macarrones" puede acabar como "¡Mentecata, no me sobes!".

Es divertido reírse de cómo se puede llegar a transformar y retorcer una frase cuando va de boca en boca. Con los cotilleos ocurre lo mismo, pero no es tan divertido. De hecho, pueden hacer mucho daño. ¿Has cotilleado alguna vez sobre alguien o has sido objeto de cotilleos? Averigüemos más cosas sobre los cotilleos.

Hablar no es lo mismo que cotillear

Hablar es una forma de expresar nuestros pensamientos, sentimientos, experiencias e ideas a la gente que nos rodea. No siempre está mal hablar sobre otras personas. No hay nada malo en que les digas a tus amigos: "Me encanta salir con Jake. ¡Me cuenta cosas tan graciosas!" Estas palabras no hacen daño a nadie.

Pero cuando dices cosas con mala intención, cuentas cosas de otras personas que no estás seguro que sean ciertas o desvelas información íntima que sabes que debería mantenerse en secreto, estás cotilleando. Imaginémonos que viste como el gracioso de Jake entraba en el despacho del director y te preguntaste si tendría algún problema. No hay nada de malo en preguntarse ese tipo de cosas, pero, ¿y si empiezas a contarle a la demás gente que Jake tiene graves problemas sin saber por qué fue al despacho del director?

Antes de que te des cuenta, todo el mundo empezará a hablar sobre que Jake tiene problemas y a imaginarse el tipo de problemas que tiene. Tal vez dejó una serpiente de goma en la silla del profesor, dirá uno. Tal vez dio un puñetazo a un niño que no se rió de sus bromas, aventurará otro. Luego Jake faltará varios días a clase y, cuando vuelva a ir al colegio, todo el mundo querrá saber qué sucedió en el despacho del director.

Probablemente a Jake le molestarán o confundirán todas esas preguntas, sobre todo cuando explique: "fui al despacho del director porque mi madre iba a llevarme al médico y yo tendría que faltar a clase un par de días".

Así funcionan los rumores. Empiezan siendo pequeños y generalmente se acaban inflando hasta alejarse completamente de la realidad.

¿Y si es cierto?

Incluso aunque fuera cierto que Jake tiene graves problemas –y a ti te conste que así es- no sería correcto que se lo contaras a todo el mundo. Intenta evitar hablar de cosas que pueden avergonzar o incomodar a otras personas. Antes de hablar, prueba esto: pregúntate si te gustaría que otras personas supieran ese tipo de cosas sobre ti.

Es posible que un amigo tuyo te admita o explique algo y luego te pida que no se lo expliques a nadie. Puede costar mucho guardar un secreto, sobre todo si es algo que te encantaría compartir con otros amigos. Tal vez ni siquiera entiendas por qué la persona que te lo ha explicado quiere que lo mantengas en secreto.

También es posible que aciertes a oír algo por casualidad y se te acelere la mente. Pero recuerda que tal vez hayas oído solamente un fragmento del relato. Algo parecido ocurrió hace mucho tiempo, antes de que todo el mundo tuviera televisión en casa, cuando la gente solía escuchar la radio.

Un día de Halloween, en 1938, un programa de radio difundió un relato titulado "La guerra de los mundos". Trataba sobre la llegada de marcianos a New Jersey con el objetivo de adueñarse del mundo. Parece de locos, ¿verdad? Bueno, la cuestión es que algunas personas sintonizaron con la emisora a medio relato y supusieron que estaban escuchando las noticias. Algunas personas se creyeron que aquello estaba ocurriendo realmente. No oyeron la introducción, cuando el locutor explicaba que se trataba de un relato de ficción. ¡Solamente oyeron un fragmento del relato y lo interpretaron erróneamente!

Cuándo está bien contarlo

Por descontado, a veces sí que está bien hablar sobre otra persona, sobre todo si esa persona está en peligro o su comportamiento puede poner en peligro a alguien. ¿Y si un compañero de clase lleva una navaja al colegio o tu amiga íntima te explica que no piensa probar bocado hasta que haya perdido 3 kilos? En casos como estos, deberías contárselo a uno de tus padres o a otro adulto de confianza. Contárselo a un adulto que podría ayudar no es cotillear.

Creadores de rumores

Una forma de no formar parte de los cotilleos es manteniéndote alejado de aquellos niños de tu colegio a quienes les gusta crear rumores. Si aciertas a oír un rumor, no lo repitas –no lo escuches si quiera. Y, cuando alguien te facilite una información personal o íntima y te pida que lo mantengas en secreto, hazlo.

Si eres víctima de algún cotilleo, piensa que es algo que le ocurre a mucha gente. Hablar con un buen amigo, un hermano o hermana, uno de tus padres, el psicólogo de tu colegio u otro adulto de confianza tal vez te ayude a sentirte mejor.

Al principio, cotillear puede parecer divertido. Cuando cotilleas sobre otras personas, puede darte la sensación de que tú y tus amigos tenéis vuestro pequeño club privado. Pero ten en cuenta que, si alguien cotillea contigo, también puede cotillear sobre ti. Y no es nada agradable ser el polo receptor. ¡Cultiva la amistad de aquellas personas que prefieren vivir sus propias vidas en vez de dedicarse a hablar sobre las de otros!

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