La rubéola es una infección que afecta prioritariamente a la piel y los ganglios linfáticos. Está provocada por el virus de la rubéola (que no debe confundirse con el virus que provoca el sarampión), que generalmente se transmite mediante la inhalación de gotitas procedentes de la nariz o la garganta de personas infectadas. También la puede transmitir una mujer embarazada a su hijo antes del nacimiento. Puesto que se trata de una enfermedad que suele ser leve, el principal riesgo médico de la rubéola es la infección de una mujer embarazada, lo que puede provocar un síndrome de rubéola congénita en el feto en proceso de desarrollo. Antes de que estuviera disponible la vacuna de la rubéola en el año 1969, había una epidemia de rubéola cada seis a nueve años. Los principales afectados eran los niños de entre cinco y nueve años, y también había muchos casos de rubéola congénita. En la actualidad, debido a los programas de vacunación sistemática de la población infantil, hay muchos menos casos de rubéola y de rubéola congénita. Hoy en día, la mayoría de las infecciones de rubéola se dan en adultos jóvenes no vacunados, más que en la población infantil. De hecho, los expertos estiman que en la actualidad el 10% de los adultos jóvenes son susceptibles a contraer la rubéola, lo que puede poner en peligro a los niños que pudieran tener en el futuro. Signos y síntomas La infección por rubéola puede empezar con uno o dos días de febrícula (entre 37,2 y 37,8° C) y ganglios linfáticos inflamados y dolorosos al tacto, generalmente en la parte posterior del cuello y detrás de las orejas. Seguidamente aparece una erupción cutánea que empieza en la cara y se extiende por el resto del cuerpo en sentido descendente. A medida que se va extendiendo por el tronco, la erupción suele ir desapareciendo de la cara. Esta erupción suele ser el primer signo de la enfermedad que detectan los padres. La erupción de la rubéola tiene un aspecto similar al de otras erupciones de origen vírico. Consiste en granitos de color rosa o rojo claro que se agrupan formando áreas de color uniforme. La erupción puede cursar con picor y puede durar hasta tres días. A medida que va remitiendo la erupción, a veces la piel afectada se descama en láminas muy finas. Otros síntomas de la rubéola, que son más frecuentes en la población adulta y adolescente, incluyen: dolor de cabeza; pérdida del apetito; conjuntivitis leve (inflamación de la capa que recubre el interior de los párpados y los globos oculares); nariz tapada o secreción nasal; ganglios linfáticos inflamados en otras partes del cuerpo; y dolor e inflamación de las articulaciones (especialmente en las mujeres jóvenes). Muchas personas que contraen la rubéola tienen pocos síntomas o ningún síntoma en absoluto. Cuando una mujer embarazada contrae la rubéola, puede provocar en el feto un síndrome de rubéola congénita, con consecuencias potencialmente devastadoras para el bebé en proceso de desarrollo. Los niños que contraen la rubéola antes de nacer corren el riesgo de presentar retraso del crecimiento; deficiencia mental; malformaciones en el corazón y los ojos; sordera; y problemas en el hígado, el bazo y la médula ósea. Contagio La rubéola se contagia de una persona a otra a través de pequeñas gotas de secreciones contaminadas procedentes de la nariz y la garganta. Las personas con rubéola son más contagiosas durante el período de tiempo comprendido entre una semana antes y una semana después de la aparición de la erupción. Las personas que están infectadas pero todavía no presentan síntomas también pueden contagiar el virus. Los lactantes afectados por el síndrome de rubéola congénita pueden transmitir el virus a través de la orina y las secreciones de la nariz y la garganta durante un año o más y pueden contagiar la enfermedad a aquellas personas que no están inmunizadas. Prevención La rubéola se puede prevenir poniéndose la vacuna correspondiente. Los programas de vacunación sistemática contra la rubéola son fundamentales para controlar la propagación de la enfermedad y, por lo tanto, también para prevenir los defectos de nacimiento asociados al síndrome de rubéola congénita. La vacuna se suele administrar entre los 12 y los 15 mese de edad como parte de la vacuna triple (que protege de las paperas, el sarampión y la rubéola). Generalmente se administra una segunda dosis de esta vacuna entre los cuatro y los seis años. Como ocurre con todos los programas de vacunación, hay excepciones importantes y circunstancias especiales. El pediatra de su hijo dispondrá de información actualizada al respecto. La vacuna de la rubéola no debería administrase a mujeres embarazadas o a mujeres que podrían quedarse embarazadas durante el mes inmediatamente posterior a la recepción de la vacuna. Si se está planteando tener un hijo, antes asegúrese de que es inmune a la rubéola haciéndose un análisis de sangre. Si no es inmune, debería ponerse la vacuna por lo menos un mes antes de quedarse embarazada. Las mujeres embarazadas que no son inmunes a la rubéola deben evitar exponerse a cualquier persona que padezca la enfermedad, y vacunarse tras el parto para asegurarse de que son inmunes de cara a futuros embarazos. Incubación El período de incubación de la rubéola oscila entre 14 y 23 días, con un promedio de 16 a 18 días. Esto significa que un niño puede tardar 2 y hasta 3 semanas en desarrollar la enfermedad tras haberse expuesto a una persona infectada. Duración La erupción de la rubéola típicamente dura tres días. Los ganglios linfáticos pueden permanecer inflamados durante una semana o más, y el dolor articular puede durar más de dos semanas. Los niños que contraen la rubéola se suelen recuperar en el plazo de una semana, pero los adultos pueden tardar más tiempo. Tratamiento profesional La rubéola no se puede tratar con antibióticos porque los antibióticos no sirven para tratar las infecciones víricas. A menos que haya complicaciones, la rubéola remite por si sola. Toda mujer embarazada que se haya expuesto al virus de la rubéola deberá ponerse en contacto con su obstetra inmediatamente. Tratamiento en casa Por lo general, la rubéola es una enfermedad leve, sobre todo en la población infantil. Los niños infectados generalmente se pueden tratar en casa. Controle la temperatura corporal de su hijo y llame al pediatra si le sube demasiado la fiebre. Para mitigar las molestias, puede administrar a su hijo paracetamol o ibuprofeno. Evite administrar fármacos que contengan ácido acetilsalicílico, como la aspirina, a un niño que tenga una enfermedad de origen vírico, puesto que su uso en tales circunstancias se ha relacionado con el desarrollo de una enfermedad grave conocida como síndrome de Reye que puede provocar insuficiencia hepática e incluso la muerte. Cuándo llamar al pediatra Llame al pediatra si los síntomas del niño parecen más graves que el cuadro leve descrito previamente. Back to Articles Related Articles Note: All information is for educational purposes only. For specific medical advice, diagnoses, and treatment, consult your doctor. © 1995-2021 KidsHealth®. All rights reserved. Images provided by The Nemours Foundation, iStock, Getty Images, Veer, Shutterstock, and Clipart.com.