Es posible que hasta los niños de menos de tres años de edad hablen de sus sueños, tanto de los dulces como de los que dan miedo. Casi todos los niños tienen de vez en cuando sueños inquietantes o aterradores. Pero las pesadillas parecen presentarse con mayor frecuencia durante la etapa preescolar, donde es frecuente tener miedo a la oscuridad.

Las pesadillas no se pueden evitar del todo, pero los padres pueden preparar el terreno para que sus hijos duerman bien. De este modo, si su hijo acaba teniendo pesadillas, un poco de consuelo por su parte basta para que se tranquilice.

¿Cuándo ocurren las pesadillas?

Las pesadillas, como la mayoría de los sueños, ocurren en la fase del sueño en la que el cerebro está muy activo. Las vívidas imágenes que está procesando el cerebro pueden parecer tan reales como las emociones que pueden desencadenar.

Esta parte del sueño se conoce como fase de movimientos oculares rápidos o fase MOR (también llamada REM, por sus siglas en inglés) porque los ojos se mueven con rapidez bajo los párpados cerrados. Las pesadillas tienden a ocurrir durante la segunda mitad del sueño nocturno, cuando las fases MOR son más largas.

Cuando los niños se despiertan por una pesadilla, las imágenes del sueño aún son muy recientes y pueden parecer reales. Por lo tanto, es natural que estén asustados y alterados y llamen a sus padres para que los consuelen. 

En torno a la etapa preescolar, los niños empiezan a entender que una pesadilla no es más que un sueño y que lo que ocurre no es real ni puede hacerles daño. Pero el hecho de que lo sepan no les impide tener miedo. Hasta los niños mayores pueden estar muy asustados cuando se despiertan por una pesadilla.

¿Qué provoca las pesadillas?

Nadie sabe exactamente qué provoca las pesadillas. Los sueños y las pesadillas parecen ser una de las formas en que los niños procesan lo que piensan y sienten sobre las situaciones que afrontan, y elaboran lo que les preocupa e inquieta.

Algunas pesadillas pueden ocurrir cuando están estresados o afrontando un cambio importante. Los acontecimientos o situaciones que pueden resultarles preocupantes, como una mudanza, un cambio de escuela, el nacimiento de un hermanito o las tensiones familiares, también pueden quedar reflejados en los sueños inquietantes.

A veces, las pesadillas forman parte de la reacción de un niño a un trauma, por ejemplo, una catástrofe natural, un accidente o una lesión. A algunos niños, sobre todo, los que tienen mucha imaginación, leer libros o ver películas o series de televisión que dan miedo justo antes de acostarse les puede provocar pesadillas.

A veces, una pesadilla contiene fragmentos reconocibles de acontecimientos y experiencias del día, pero con un giro siniestro o aterrador. Es posible que los niños no se acuerden de todos los detalles, pero suelen recordar algunas de las imágenes, personajes o situaciones, así como las partes que dan miedo.

Favorecer los sueños agradables

Los padres no pueden impedir que sus hijos tengan pesadillas, pero pueden ayudarles a dormir bien por la noche, y eso favorece que tengan "dulces sueños".

Para ayudar a su hijo a relajarse cuando sea la hora de acostarse, asegúrese de que:

  • se acuesta y se despierta en torno a la misma hora todos los días
  • sigue una rutina antes de acostarse que le ayuda a aflojar el ritmo y sentirse seguro y protegido mientras concilia el sueño. La rutina podría incluir un baño, mimos, leer o tener una conversación relajada sobre los acontecimientos agradables del día.
  • tiene una cama acogedora donde le resulta fácil calmarse y relajarse. Puede ayudarlo el hecho de tener su juguete preferido, un peluche, una lamparilla de noche o un atrapasueños.
  • evita las películas, programas de televisión o cuentos que dan miedo antes de acostarse, sobre todo si estas actividades ya le han provocado pesadillas antes.
  • sabe que las pesadillas no son reales, que solo son sueños y no pueden hacerle daño.

Después de una pesadilla

Puede ayudar a su hijo a superar una pesadilla de la siguiente manera:

Tranquilícelo asegurándole que cuenta con usted. Su serena presencia le ayudará a sentirse seguro y protegido cuando se despierte asustado. Saber que cuenta con usted contribuye a afianzar su sensación de seguridad.

Defina lo que ha ocurrido. Explíquele que era una pesadilla y que ya ha terminado. Puede decirle algo parecido a: “Has tenido una pesadilla, pero ahora estás despierto y todo va bien”. Tranquilícelo asegurándole que las cosas aterradoras de la pesadilla no han ocurrido en el mundo real.

Consuélelo. Demuéstrele que usted entiende que esté asustado y que no hay nada de malo en ello. Recuérdele que todo el mundo sueña y que, a veces, los sueños asustan, inquietan y pueden parecer muy reales, por lo que es natural tener miedo.

Utilice su magia. Con niños de hasta siete u ocho años de edad que tienen mucha imaginación, los poderes mágicos de su amor y protección pueden hacer milagros. Quizá pueda conseguir que los monstruos imaginarios desaparezcan con una dosis de espray mágico anti-monstruos. Luego abra el armario y mire debajo de la cama para que su hijo se quede tranquilo al comprobar que no hay peligro.

Luz ambiental. Dejar encendida una lamparilla o una luz en el pasillo puede ayudar a los niños a sentirse seguros en una habitación a oscuras cuando intentan volver a conciliar el sueño. Una linterna dejada en la mesilla puede ser un buen caza-pesadillas.

Ayude a su hijo a volverse a dormir. Ofrecerle un objeto que lo reconforte puede ayudar a cambiarle el estado de ánimo. Pruebe con alguna de estas cosas para ayudarlo a conciliar el sueño: su peluche preferido para que lo abrace, una manta, una almohada, una lamparilla, un atrapasueños o música suave. O hablen sobre sueños agradables que a su hijo le gustaría tener. Y, para terminar, dele un beso en la palma de la mano para que lo guarde en el puño mientras usted sale de la habitación de puntillas.

Sepa escuchar. No hace falta hablar de la pesadilla más que brevemente a altas horas de la noche; basta con que ayude a su hijo a sentirse tranquilo, seguro y protegido, y con ganas de volverse a dormir. Pero es posible que, por la mañana, su hijo le quiera contar la pesadilla de la noche anterior con todo lujo de detalles. Al hablar sobre la pesadilla, y tal vez, incluso, dibujarla o escribir sobre ella, a plena luz del día, muchas imágenes aterradoras pierden su poder. Es posible que su hijo disfrute inventándose otro final (más satisfactorio) para el sueño.

La mayoría de niños solo tiene pesadillas de forma esporádica, por lo que no hay motivo para preocuparse, y basta con que sus padres los consuelen y tranquilicen. Hable con el médico si las pesadillas suelen impedir que su hijo duerma lo suficiente o si van acompañadas de otros problemas emocionales o de comportamiento.

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